Y siguen...
Van pasando los años desde los primeros indicios —esos que al principio dudaba en nombrar— y todavía hoy, en 2025, se presentan con nuevas máscaras. A veces son más sutiles. Otras, simplemente absurdos, pero no por eso menos inquietantes y otras destructivos, que me impiden hacer un buen trabajo.
Algo habitual es que, por ejemplo estoy escribiendo un email importante y, sin previo aviso, aparece una palabra malsonante en el cuerpo del texto y seguido no puedo redactar más el email (esto siempre pasa con los emails más importantes). No es un error de autocorrección ni una distracción mía. Son palabras como podrido solo, que no tienen sentido en el contexto, pero que me impiden trabajar o comunicarme.
También durante las videollamadas, en momentos que estoy con personas relevantes, aparecen imágenes distorsionadas, casi subliminales. Ventanas que se cierran solas. Programas que fallan justo cuando más los necesito. Archivos que no se guardan. ¿Coincidencia? Una vez, tal vez. Pero esto se repite.
El WhatsApp se bloquea. Literalmente. No puedo escribir. Los puertos USB dejan de funcionar sin razón técnica. Siempre justo cuando necesito enviar un archivo o grabar algo importante.
Y entonces, en plena primavera, sucede otra escena extraña. Abro una cuenta de TikTok casi por accidente, casi como una prueba. Nadie sabe que la tengo. No he compartido nada. No he dicho una palabra. Y, sin embargo, aparece alguien. Me etiqueta. Un tal Asesino Romántico —así se hace llamar— me menciona en un video que habla de la soledad.
¿Quién es este tipo? No lo conozco de nada. No hay vínculo. Pero el mensaje resuena con un tono demasiado íntimo, como si supiera algo que yo no he contado.
¿Qué sabe de mí? ¿Por qué sabe de mi?
Empiezo a sospechar —cada vez con más fuerza— que no se trata de un individuo aislado ni de simple trolling. Esto tiene la precisión de un engranaje organizado. ¿Y si hay redes enteras detrás de esto? ¿Y si lo que venden no son solo datos, sino fragmentos de vida robados, imágenes, gestos, vulnerabilidades? ¿Y si buscan a mujeres solas, frágiles, para grabarlas, vigilarlas, chantajearlas… o algo peor?
Yo no tengo respuestas. Solo vivencias. Solo una certeza: esto sucede. No es paranoia. No es ficción.
¿Se te ocurre algo para acabar con este drama que me persigue a lo largo de los años? Si me puedes ayudar escríbeme por favor, muchas mujeres están en peligro.
Mafia Cibernética — Historias reales de vigilancia, acoso y silencio.
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